divendres, de gener 09, 2004

Consumo por inercia

Es época de rebajas, es tiempo de comprar mil cosas que no necesitamos. Pero intentemos controlar nuestros impulsos y pensar que todo ello tiene una repercusión en el resto del mundo. El 12% de la población mundial, es decir, los habitantes de los países desarrollados, consumimos el 60% del total internacional. Si los países pobres no consumistas se sumaran a nuestra forma de vivir, necesitaríamos tres tierras más para poner las cosas. Es como cuando tenemos tantos trastos que o salen ellos de casa o salimos nosotros.

Los datos son apabullantes, sin duda. ¿Qué nos mueve a comprar tantas cosas? ¿Por qué queremos mil modelitos distintos si en realidad podríamos pasar con menos de un cuarto de la ropa que tenemos? ¿Por qué un niño puede ser estos días la persona más infeliz del mundo al haber recibido menos juguetes que sus compañeros de clase? Los occidentales parecemos tener un tic que nos hace levantar la mano con la tarjeta de crédito cada vez que pasamos ante un escaparate. Todo está dispuesto para la venta. Hasta las personas somos anuncios andantes, con esas camisetas de marca o de publicidad que nos regalan tan a menudo. Y por extensión, todo tiene un precio.
Como dice Rosseau, la mayoría de problemas sociales aparecieron cuando alguien dijo “esto es mío” y trató de venderlo.
¿Somos más felices ahora? Creo que comprar nos gusta en el fondo porque nos transmite una sensación de poder: “el cliente tiene la palabra”. Sin embargo, es un poder ilusorio, porque en verdad no están controlando ellos a nosotros. Nos hacen creer que necesitamos sus productos y nosotros lo interiorizamos y los consumimos.
Acceder a una vivienda es prácticamente imposible, negándose con ello un derecho fundamental. Y no me extraña que la natalidad española sea tan baja en cuanto es necesario un buen bolsillo solamente para mantener la vida social de tu descendencia.
Pero lo bueno es siempre lo equilibrado. Está claro que no vamos a hacer como Diógenes, el filósofo del tonel que lo único que le pidió a Alejandro Magno es que se apartara de enfrente porque le tapaba el sol, pero pensemos un poquito más a la hora de gastar nuestro dinero. No está de más analizar, rebuscar en la memoria y recordar si ya tenemos eso que vamos a adquirir compulsivamente o si verdaderamente lo necesitamos y lo vamos a utilizar. Nuestra cartera seguramente agradecerá con creces ese pequeño ejercicio.