dimarts, de setembre 19, 2006

Nous models amb un cos saludable

L’edició d’enguany de la passarel.la Cíbele de Madrid serà la primera que obligarà a les models a tindre un índex de matèria grassa superior a 18, és a dir, el mínim que necessita un cos per a no patir d’anorexia. La messura, lloada des de molts àmbits, no ha sigut ben acollida entre les models més internacionals que no reuneixen aquest requisit. Elles prefereixen no presentar-se, evidentment, abans de ser rebutjades per extrema primura.
Encara que tard, benvinguda siga la nova normativa de la passarel.la madrilenya, que esperem servisca d’incentiu a altres desfilades de moda, encara que Londres ja ha dit que està d’acord amb què les models no haurien de semblar malaltisses, però no se sumarà a la proposta en la seua edició de moda més important.
Com be ha dit la presidenta de Cíbele, Cuca Solana, “les models, com la mateixa paraula indica, models a seguir, no poden ser esquelets andants”.
És incomprensible que a tendes de roba per a adolescents no existisca la talla 42 o 44 i que el tallatge comence en la 28 o 30. La publicitat, el cine i la resta de mitjans de comunicació transmeten una patró de figura esvelta on els quilets de més no tenen cabuda. I arribem a un punt on la mallor dsgràcia per a una jove és estar grossa, ja que es sent rebutjada socialment.
Encara han de passar anys i canviar les polítiques audiovisuals per a què aquest estereotip social es modifique. Sobre tot entre les dones cal lluitar molt per a què xiquetes i no tan xiquetes deixen d’obsesionar-se amb la seua figura i visquen felices amb el cos que elles (i ells ) vulguen tindre.
L’única cosa de la que de veritat som amos és del nostre individualisme i del nostre cos. Cuidem-lo i no ens deixem afectar per patrons hipòcrites que ens marquen com hem de vestir, parlar, relacionar-nos o menjar. Sigam lliures, que és el dret més plaenter del que podem gaudir!!!

Si teniu ganes de llegir de quina manera es pot patir per voler estar prima, vos ajunte un fragment d’un text escrit per una xiqueta amb problemes d’anorexia. Dóna què pensar,la veritat.

Perfil:
Mujer
14 años
1,70 m
De 65 a 48 kilos en 7 meses

Un día más con Ana

Miércoles. 7,00 de la mañana. Suena el despertador. Es importante levantarse temprano para estar el máximo número de horas despierta y poder quemar el mayor número de kalorías posible.
En la báscula: 48,200 kg. ¡¡Mierdaaaa!!! He engordado 300 putos gramos.
Empiezo a hacer ejercicio como una loca: abdominales, flexiones, saltos, pesas y todo lo necesario para borrar ese estúpido michelín de mi cuerpo.
Antes de ir al instituto me tomo un zumo de naranja natural, sin azúcar por supuesto; lo necesario para que mi madre no chille más de la cuenta que no como nada.
El zumo tiene unas 170 kca. aproximadamente, así que será mejor que vaya corriendo al instituto para deshacerme de ellas.
Ya en clase, no me importa una mierda lo que dice el profesor. Lo único que circula por mi mente es qué estrategia seguir hoy para engañar a mi familia y no comer nada en todo el día. Necesito perder dos kilos como sea. Después lo dejo, son sólo dos kilos más...
Si en el recreo alguien me pregunta por qué no como almuerzo, siempre contesto que desayuno fuerte y por eso no tengo hambre a media mañana. ¿Por qué coño todo el mundo se peocupa tanto por lo que como y dejo de comer? ¿Les digo yo algo a ellos?
En clase de gimnasia he vuelto a desmayarme. No sé qué me pasa. De repente no veo nada, dejo de oir y caigo al suelo. Será la falta de práctica. ¡Aumentaré mis horas de gimnasio diarias!
A las 4 tengo clase de teatro, así que aprovecho para quedarme leyendo un lirbo hasta esa hora y no pasar por casa. De esta forma evito comer y pelearme de nuevo con mi madre.
Por la noche reconozco que tengo bastante hambre, pero he de ser fuerte y aguantar. Siendo una blangengue nunca perderé esos kilos que me sobran.
A la mesa intento argumentarle a mi madre que no puedo cenar porque me he hinchado a comer con las compañeras de teatro en el instituto. Aún así, después de mil chillidos y cabreos me han obligado a comerme medio filete de ternera a la plancha. Las patatas fritas sí que no. ¡¡¡Por encima de mi cadáver!!!
Antes de dormir engullo un sobre de laxantes de los que toma mi abuela. La pobre esta herniada en la ingle y no puede hacer esfuerzos, por lo que le recetan un laxante de caballo para que no se haga daño. Reconozco que ese laxante me deja un poco rota, me duele todo el estómago, pero es lo mejorcito para limpiarse por dentro.
Y ahora me voy a dormir, pero no sin antes hacer mi tabla de ejercicios corespondientes. En todo el día no tuve tiempo de pasar por el gimnasio.



Jueves: Otra vez la misma rutina del instituto, pero hoy no tengo teatro, así que me toca ir a mediodía a casa. Por suerte mi madre trabaja y yo me encargo de cocinar. Preparo un exquisito arroz negro. ¡Me encanta! Pero el arroz tiene muchísimos hidratos de carbono, así que tomo una cucharada y amontono el arroz en la paella de manera que parezca que me he comido un plato. Con el tiempo he aprendido a agudizar mi astucia comiendo. A la mínima traspaso mi comida al plato del vecino, la escondo debajo de los cubiertos, la tiro en cuanto nadie mira, en los campamentos la entierro en el suelo..., aunque siempre me toca porbarla por la presión de los chillidos de mi madre. Últimamente sólo hacemos que chillarnos por la comida. ¡Es una pesada!
Esta tarde sí que voy al gimnasio: máquinas y aerobic. Aún así, sigo descontenta con mi cuerpo. En el espejo siempre veo ese horrible michelín. Supongo que se irá cuando pierda los dos kilos.

Viernes: Por la mañana en la báscula: 46kg. ¡¡¡Bien!!!! Pero mi madre me ha visto, dice que en dos días le gasto la pila a la báscula y que va esconderla porque tengo que dejar de pesarme. En realidad, sólo me peso unas 9 veces al día. ¡Mi madre siempre tan exagerada! Pero si la esconde me compraré otra, ¡qué remedio!
A las 12 mi madre me dice que tengo que ir con ella al psicólogo y me obliga a la fuerza, no sin escucharme chillar de todo, a sentarme delante de una mujer que se cree omnipotente y que no hace más que preguntarme qué como o dejo de comer. Después me amenaza con que tendré lanugo y mil enfermedades más... Yo hago oídos sordos, olvido mi buena educacuión, les chillo a ella y a mi madre que son unas obsesas y que yo estoy bien y como como todo el mundo y me voy corriendo. ¡A ver que se han creído!

Sábado: Hoy no tengo clase, pero aún así madrugo y me voy a caminar unas horas.
A la mesa me obligan otra vez a comer un poco de macarrones y un yogur de postre (desnatado, por supuestísimo. Sólo como productos desnatados, integrales y ricos en firbas.) Total de la comilona: unas 400 kca. Como vivo en un cuarto, aprovecho para bajar y subir escaleras, así se quemará todo.
Por la noche he quedado con mis amigas. Siempre miento en mi casa y digo que vamos de cena para evitarme las calorías nocturnas (las más idfíciles de quemar)
Desde hace un tiempo la relación con mis supuestas amigas va fatal. No sé si se piensan que soy estúpida, pero noto cómo me discriminan e insultan. Mi mejor amiga, aquella que piensas que nunca te fallará, me llama anoréxica de mierda. Yo he optado por no decir nada y lucho con el silencio. Una vez en casa lloro y lloro amargamente... ¿Por qué es tan difícil vivir?
Hoy vamos de botellón como cada fin de semana. Sólo he bebido dos copas, pero llevo una borrachera de espanto. El alcohol me sienta cada vez peor y las resacas de los domingos me recuerdan que no debería volver a beber.

Domingo: en efecto, estoy fatal. Me duele la cabeza y el cuerpo. Aprovecho la excusa para no comer nada en todo el día.
En la báscula: 45,600 kg. ¡Perfecto! Aunque aún sigue ese michelín ahí. Perderé dos kilitos más y entonces ya sí que me planto.

Lunes: empieza otra asquerosa semana. No tengo ganas de escribir más. Mi vida es una mierda y encima estoy gorda. Estoy cansada de pelearme con el mundo, pero parece que nadie me comprenda. He perdido la ilusión y la sonrisa que antes siempre lucía en mi rostro. Mi madre dice que estoy muy fea con todos los huesos al aire, pero eso no son los huesos sino las mollitas, que desaparecerán cuando adelgace un poquito más. Ya me queda poco, ¡prometido!

Años después: por fin he comprendido lo que sufrí y lo que me pasaba. Sólo desde la distancia he podido analizar mi manera de pensar y lo equivocada que estaba.
Salí de ahí porque llegó un día en el que no pude sufrir más, en el que me di cuenta de que todo mi tiempo se basaba en contar calorías y en ideármelas en cómo quemarlas a posteriori. Mi convivencia con mi familia era una batalla campal a cada minuto. Hice sufrir a los que más me querían y perdí varios años de mi vida encerrada en mi obsesión.
Rompí con mi grupo de amigas y empecé un nuevo día a día con amig@s a los que valoro más que a nada en el mundo y que me ayudaron a ver que lo más estúpido que podemos hacer es preocuparnos por nuestro aspecto, algo que se deteriora con el paso del tiempo.
Si alguien con problemas de anorexia leyera esto, por favor, paraos a pensar en lo que os estáis perdiendo por culpa de vuestra obsesión. Un cuerpo saludable es indispensable para un día a día lleno de alegría y energía para comerte el mundo, ser feliz y hacer felices a los que te rodean.
Ana no es una amiga. Ana sólo os está haciendo perder vuestros días en morir poco a poco.