dilluns, de juny 26, 2006

Los hombres sólo quieren cerveza y futbol...

Pensé que sería el negocio perfecto. Había organizado el prostíbulo para la ocasión con banderas de los diferentes equipos. Coloqué carteles por todas las calles de Frankfurt para que los hombres encontraran sin dificultades nuestro barrio. Incluso había aparcado mi ropa interior más sexy por nuevos conjuntos con los colores de Alemania. También compré un conjunto de Ucrania, ya que no quería menospreciar a mi país... Pero los hombres sólo quieren fútbol y cerveza y mi viaje ha sido en vano.
Llegué incluso a sonyar que un ricachón europeo me sacaría de esta mierda, como en Pretty Woman, pero tendré que seguir vendiendo mi cuerpo para llegar a fin de mes. Mi bebé no puede vivir del aire... necesita panylales, papillas, medicinas... y mi salario a penas da para uno.
Mis companyeras están que trinan. Los pocos clientes que recibimos apestan a cerveza y nos gritan mientras eructan ante nuestra cara necesitada de su bolsillo. Aliento putrido sale de su boca...
No consigo recordar por qué me metí en este mundo de vejaciones y desconsuelos. Podría haber ido a la universidad, como hacen todas las chicas. Tal vez hubiera llegado a maestra y ahora tendría una casita de esas con muchos colores y vistas al mar. Estaría casada con un hombre magnífico que me recordaría cada día lo mucho que me quiere... y sería feliz. Pero papá tuvo que beber más de la cuenta y maltratarnos a mí y a mamá, así que jamás supe lo que era la escuela, sino dormir bajo las frías noches ucranianas en un cuchitril de veinte metros cuadrados, después de largas jornadas deambulando por la calle.
Quizá si la gente no nos mirara tan mal y recibiéramos unos derechos mínimos como trabajadoras; si no corriéramos el riesgo de ser golpeadas hasta desfallecer por un cliente violento y sin escrúpulos; si nos viéramos libres de contagiarnos de SIDA... quizás entonces esto sería otra cosa. Pero de momento no lo es...
A pesar de todo no perderé nunca la esperanza de salir de aquí y formar una familia de verdad, donde mi pequenyo no sufra lo que yo y pueda formarse como un hombre más. Porque todos merecemos una mínima dignidad que nos permita ser felices.
El partido está a punto de terminar. Con suerte el hombre de mi vida golpee ahora a mi puerta...